miércoles, 18 de enero de 2012

Cada día me doy más cuenta que no soy más que una marioneta, una ficha del juego que es la vida. Ese juego que no entiende de sentimientos.
El tablero en el que jugamos está predispuesto, las casillas son fijas sin posibilidad de movimiento, ni de cambio, sin poder saltarte ninguna a eleccion propia. Lo único que te salva es el azar, tener la suerte de que los dados estén a tu favor, el empujoncito de un oca en oca y el descanso de caer en la posada.
Unos -más listos y precavidos-  avanzan con pasos cortos, disfrutando de cada buena casilla y aprenciendo de los errores.
Otros -ilusos e inconscientes- avanzan saltandose lo bueno y lo malo. Pero esos siempre, al llegar al final, se enfrentan con la temida casilla llamada muerte cara a cara y les pasa factura.
Y este juego no iba a ser menos, y como en todos hay rivales, ganadores y vencedores. Y el objetivo es simple, la victoria. En él, nuestra ficha esta sola. Y cuando te acercas a tu contrincante todo se convierte en un cruel duelo.
Si se da el caso de que el número que marquen tus dados sobrepasa el de tu contirncante pasarás por su lado indiferente sin ningun tipo de cruce de miradas, y él quedará atrás desolado, sin nada herido más que su orgullo.
En caso de que tu número sea inferior, permacerás un paso por detrá mientras la envidia te corroe, sintiendo el odio desde lo más profundo de ti, ansioso y desesperado por que los dados se apiaden de ti y en la siguiente ronda te den una nueva oportunidad.
Pero el desastre llega a su maximo explendor en el momento que vuestros numeros se igualan, y llega la hora de derramar sangre, y el más rapido de los dos séra el que permanezca en pie y aplaste fisica y moralmente al otro, que viendose incapaz y atado de manos no le queda más que resignarse y ver como su travesía llega a su fin, tanto tiempo de esfuerzo ya no sirven de nada y le arrebatan su gloria y debe empezar de cero.
La vida es un juego difícil, en el que por desgracia, la elección del "me rindo" no es fácil de tomar.

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